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Jeff Nichols nos propone en "Mud" un cambio de roles, una historia en donde los pre-adolescentes tienen la lucidez de adultos, y los adultos se comportan como niños. Una fábula sobre el amor en su estado más puro, aquel que aún no ha sido manchado por la experiencia.


La historia nos suena, nos vienen imágenes a "El Cliente" de Joel Schumacher o a las "Grandes esperanzas" de Cuarón. La diferencia estriba en que lo que estas desarrollaban como meras premisas o puntos de partida para sus tramas, para Nichols tiene entidad propia, colocándolo en el centro de su madeja. Mucho menos pretenciosa, y por lo tanto más efectiva que su anterior creación, la ya de culto "Take Shelter", aunque comparte con este ese tono onírico, algo así como un extrañamiento casi atmosférico, y un ritmo sosegado que incomoda.


Un joven a punto de dar el paso a la madurez se encuentra con su mentor, un prófugo idealista, y por lo tanto inmaduro, algo así como el Sebastian de la comedia de Shakespeare que espera en la costa de Iliria la vuelta de Viola. La importancia de encontrar un referente o un ideal, equivocado o no, que timotee nuestras vidas, y que las aleje del naufragio. No es extraño que los tres principales  protagonistas de la trama carezcan de progenitores, dos de ellos de manera literal, y el tercero, el más cuerdo, por desapego o falta de sintonía. Esto hace que la necesidad de cobijo, de ser amado sea tan grande que ciega lo racional. Todo el conjunto versa en torno al amor, despojado de cualquier atisbo de ñoñería, o de lo que somos o no capaces de hacer por él, visto desde el prisma de quién no ha amado y por lo tanto no ha sido engañado.

MUD

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