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"The paperboy" es esa película en la que Nicole Kidman orina sobre Zac Efron, y hace eyacular a Jhon Cussack sin llegar a rozarle. "The paperboy" es también un relato extraño, errático, marciano y fascinante,  en  el que la peripecia inicial -una investigación de asesinato- es una mera excusa para presentar a un puñado de personajes equivocados, desorientados, excesivos y sudorosos.

Lee Daniels, autor de "Precius", adapta el libro homónimo de Peter Dexter y lo trasforma en un colorista thriller ambientatado en el sur de los Estados Unidos, que transpira sexualidad.

La propuesta de Daniels tiene algo de errática, cómo erráticas son también las decisiones que sus personajes, sombras embrutecidas, van tomando a lo largo de la película. Este conjunto de perdedores aislados en una pequeña comunidad tienen excéntricas formas de escapar del hastío. El joven protagonista, desubicado en una vuelta al hogar forzosa, vivirá un doloroso proceso de  despertar sexual. La traumática ausencia materna le lleva de alguna forma a obsesionarse con una rubia oxigenada y mal hablada, que acostumbra a escribir a presos en el corredor de la muerte, y que quiere sacar de la cárcel a un desconocido, al que define como el amor de su vida, acusado de asesinato.  El periodista encargado de sacar de la cárcel al malo, también esconde peligrosas practicas sexuales, una forma de sodomizar traumas pasados y castigarse por una identidad no aceptada. Dicho de otro modo un decálogo de patologías psicológicas,  de déficits emocionales  que los convierte en animales, en bestias que arremeten unas contra otras, buscando el placer intenso, pero efímero de la carne.

El realizador logra plasmar toda esta intensidad gracias a un frenético montaje ensuciado con zooms muy pocos ortodoxos y movimientos rápidos de cámara, pero sobre todo con el compromiso de unos actores dispuestos a saltar a una piscina sin agua, por el simple placer de la adrenalina.

Nicole Kidman es experta en adentrarse en terrenos fangoso y explorar la materia oscura de la que estamos hechos los seres humanos. Su fascinante encarnación de Charlotte Bless eleva el nivel de la propuesta, un trabajo de composición intuitiva, que sortea con éxito el estereotipo. Menos acostumbrados estamos a ver a McConaghey  o a Ephron en semejante lindes.

"Creo que no me gustaría vivir en una Cienaga" advierte Charlotte a Hillary, y ciertamente la ciénaga es la metáfora del habitad que rodea a estos personajes, una Cienaga de la que no se es consciente que se ha entrado hasta que el lodo lo inunda todo y es imposible escapar.

 

Julio Vargas

The Paperboy

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